lunes, 8 de julio de 2019

El alma



El alma

Alma es una palabra que posee múltiples significados: religioso, teológico, epistemológico, psicológico, antropológico y otros "icos" hijos de la erudición. La representación primitiva de este concepto es asimismo varia, si bien con puntos comunes. A veces se concibe el alma como un soplo, un aliento o hálito, uniendo al respirar, función básica en el quehacer biológico, una función paralela y aneja de espiritualidad. Sólo los seres que respiran poseen alma. O viceversa. A veces se concibe el alma como una especie de fuego. Al fallecer el individuo, este "calor vital" se apaga y solo quedan cenizas. Polvo quizás, ¿mas polvo enamorado? Clara premonición de los actuales crematorios. A veces también se concibe el alma como una sombra, un espíritu, un fantasma que nos habita, un ser liviano y translúcido y utilizado, hasta hacer tópico, por la literatura romántica en sus novelas de fantasmas. Pero los primitivos, al legarnos sus concepciones del alma, mostraron su falta de perspicacia, pues suponían que los animales y las mujeres carecían de este preciado hálito. Ahora sabemos que sí tienen. Me refiero a los animales.
         Con el advenimiento de las religiones militantes, y su legión de Doctores Irrefutables, Doctores Sutiles, Doctores Angélicos, Doctores Querúbicos, Seráficos, etc., esta sustancia etérea pasó a ser propiedad de la divinidad y por lo tanto subordinada a los representantes de esta divinidad en la tierra. Y así se originaron las persecuciones religiosas, las inquisiciones, las dictaduras teocráticas. Pero la argucia de los sacerdotes no se detuvo ahí: como se suponía que el alma habita necesariamente un cuerpo, también éste debía ser objeto de control por estos representantes de la divinidad. Con la excusa de lograr habitáculos dignos de tan sacra sustancia, se crearon los cilicios, los ayunos, los ejercicios espirituales, la tortura de impíos. Y al final, el cuerpo fue condenado a quedarse aquí pudriéndose bajo las malvas, mientras el alma ascendería ufana hacia las alturas o descendería cabizbaja hasta los infiernos. Otras almas, de carácter anodino, quedarían flotando no se sabe dónde, indecisión espiritu-local que recibe el nombre de limbo. Esta dualidad cuerpo/alma se la debemos a Platón. Lástima no reventase en su banquete.
         Los estoicos y epicúreos, esa modernidad de la antigüedad, consideraron que el alma poseía una realidad de alguna manera "material", eso sí, una materia extremadamente sutil: no se podía ir demasiado contra los tiempos. San Agustín subrayó el carácter "pensante" de esta sustancia o hálito, y dio origen a esa secta nociva que se conoce como los Padres de la Iglesia. Santo Tomás, con la excusa de aristotelizarlo todo, distinguió entre almas vegetales, animales y humanas. De nuevo se olvidó de las mujeres. Descartes creía que el alma estaba localizada en la glándula pineal, ya que aceptaba la idea, entonces bastante común, de que esta glándula no se encuentra en ningún organismo salvo en el cuerpo humano. Hoy sabemos que esta glándula está presente en todos los vertebrados, alcanzando su mayor desarrollo en un reptil primitivo llamado tuatara. ¿No es curioso? Podríamos hacer de la tuatara el paradigma de la espiritualidad. Menos han hecho otros seres para merecer parecida consideración. La ilustración nos trajo un concepto nuevo del alma, reduciéndola a mera sede de los actos emotivos, cajón de los afectos y sentimientos. Ya en nuestro siglo, Robert Musil, austríaco sin atributos, rehuyendo lo sólito, definió el alma como aquello que escapa y se esconde al oír hablar de progresiones algebraicas. Es lo más avanzado en definiciones del alma. También, y quizás motivado por tan extravagante teoría, apareció la concepción "alfarera" del alma, lo que dio origen a que muchos seres fueran tildados de "alma de cántaro", sea lo que ello signifique.
         Modernamente, las ramas no teológicas y filosóficas, buscando singularizarse, se desprendieron del uso de esta palabra, tan teñida de piedad religiosa, y adoptaron eufemismos de sonoridad científica: psique, mente, ego. Estos conceptos han sido usados hasta la extenuación gramatical por la moderna psicología y es por ello que convendría buscar unos nuevos. Influenciado sin duda por el posmodernismo cibernético, yo propondría algunos: quinqué, pensata, logicón, neurón..., cada uno con su matiz, cada expresión para la ocasión idónea.
         El alma, me han asegurado fuentes bien uniformadas, desaparecerá de Europa con la entrada de la moneda única. Las enciclopedias disminuirán considerablemente su grosor y los agnósticos nos habremos librado de una palabra que nos da grima. Bendito acontecimiento.

 Zaragoza, 08 de julio de 2019

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