viernes, 21 de abril de 2023

Artistas extravagrandes IV

 

Artistas extravagrandes IV

 Al pintor austriaco Gustav Klimt no le gustaba viajar fuera de su país, por lo que solía evitarlo. Para hacerlo salir del país se le planificó un viaje a Italia. Amigos del pintor le meterían en el tren y en Florencia le esperaría su amigo Carl Moll. El tren llegó, y Moll estuvo esperando al otro lado de la barrera mientras los pasajeros iban bajando, pero no se veía a Klimt por ninguna parte. Moll empezó a buscarlo por la estación, y al final lo encontró sen­tado, con su maleta, en la sala de espera. Cuando se le preguntó qué habría hecho si Moll no lo hubiera encontrado, Klimt contestó que se habría subido al próximo tren de regreso a casa.

A Klimt no le gustaba que lo interrumpieran mientras trabajaba y se negaba a que sus amigos fueran a su estudio. En lugar de eso, recibía visitas a la hora del desayuno, una práctica que acabó convirtiéndose en ritual. Cada mañana Klimt caminaba a buen paso hasta el café Tivoli, del que era cliente asiduo. Se le servía un suculento desayuno al que él añadía, según un observador, «chorros de nata montada». A los amigos se les permitía dejarse caer por allí para charlar, pero después de eso el artista regresaba sólo a su estudio, donde trabajaba sin interrupción hasta la hora de la cena.

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