miércoles, 15 de abril de 2015

Ex-timados señores



Vivimos en el país de la estafa, el país de los timadores, de la corrupción en exacerbo. La estafa como linfa primordial de la raza. Estafa el constructor y el edil, el empleado del registro y el oficinista que se lleva material de escritorio a casa. La indignación que veo en mis conciudadanos frente a los asuntos de grandes estafas es más producto de la envidia que de afán de justicia. Se quejan de que el dentista no les da factura pero puestos en la disyuntiva de tener que pagar el iva de las mismas, él elige no pagarlo. Para mis conciudadanos, mis hermanos, mis corruptos, raza sedente y camastrosa, todos somos corruptos. No hay político del que no sospechen o difamen. Todos los funcionarios lo son. Corruptos, me refiero. Además de vagos. En cualquier decisión municipal o ministerial ven la sombra del “cazo” que recoge el dinero de la mordida. Y para colmo, y desvergüenza, cuando les preguntas qué haría él en el lugar del presunto estafador, contestan que lo mismo. Y terminan con un rotundo: “Éste es un país de ladrones”. Y se quedan tan anchos, como si el reconocimiento de la culpa les eximiera de cualquier responsabilidad y justificara su afición difamatoria. Pero ahí no acaba la inquina. El alcalde de la ciudad es un borracho y drogadicto, cuando no se lo tilda de ser producto de concepción mercenaria. El que me informa lo sabe porque se lo ha contado su peluquero, que lo sabe de su cuñado que a su vez lo sabe de buena tinta. La ex alcaldesa es bollera y se casó para disimular su afición lésbica. El concejal de urbanismo… dios mío lo que pueden decir de un concejal de urbanismo… Este moderno juego de las reputaciones indudables no lo practican misántropos de salón que pasean sus ironías infecundas. Lo practica gente normal, personas que toman café conmigo todos los días. Proletariado de la incultura, pensadores de café frío. Es por ello que esta digresión no lleva ningún “ex timados” lectores. Es real como la vida misma.

Zaragoza, 15 de abril de 2015

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