miércoles, 15 de julio de 2015

La arrogancia de los científicos

La frase que he escrito en el bocadillo de este doble de Einstein es atribuida a este gran científico. El categórico enun-ciado da pie para preguntarse por la arrogancia de los científicos. Einstein, cuando pronunció la frase sólo quería subrayar la fuerza de una teoría cuando cumple sus dos características fundamentales: belleza y concisión; una dualidad que usurpa el papel de núcleo epistémico y hace que la realidad se rinda a esa verdad emitida por los teorizadores. Sin embargo la sentencia puede a la vez ser representativa de cierta arrogancia que suele hacer acto de presencia en los predios de la ciencia. En la ciencia, pero más en los científicos. Sólo hay que ver la intransigencia que muestran los ortodoxos de esta disciplina con los que propugnan teorías novedosas o extravagantes, teorías peculiares que al final pueden resultar acertadas (Alfred Wegener y su deriva continental), o no acertadas (Wilhelm Reich y sus cajas de orgón), o simples disparates (Velikovsky y sus mundos en colisión). Lo que menos importa en estos casos (me refiero fuera del ámbito científico) no es lo acertado o errado de la novedad, sino la manera cruel e inmisericorde con que la ortodoxia científica trata a los acusados de heterodoxia, a los “disidentes” (disidente no es sino el que se sienta aparte). El caso de Wilhelm Reich es paradigmático: se le denunció, se le destruyó el laboratorio, se le encarceló y se hicieron desaparecer sus libros. Su muerte en prisión fue considerada por su familia como un asesinato. A Galileo la Iglesia le hizo abjurar, a Giordano Bruno lo quemó en la hoguera, y nuestros modernos científicos, erigidos en Iglesia del Raciocinio, proceden a veces de la misma manera. Menos mal que sólo a veces. De todas maneras, para ser justos con ella, la ciencia es una disciplina donde se puede disentir y donde no vale opinar si no se aportan pruebas. Es la única doctrina por cuyas verdades, hasta ahora, no se han originado guerras. Nadie se mata, todavía, por defender las ecuaciones del electromagnetismo. Todavía.


Zaragoza, 15 de julio de 2015

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