miércoles, 1 de julio de 2015

El culto al dinero

El culto al dinero en nuestra sociedad adquiere tintes preocupantes. Hoy todo se compra y se vende, desde la justicia, el honor, un cuerpo o una finca. Si el dinero, o el oro, es identificado por los freudianos con las deposiciones, con las heces, está claro que vivimos en una época de mierda.
            Con harta frecuencia se dice que cada uno de nosotros tiene un precio. Algunos, por pocos denarios, cuentan sus miserias en programas basura de televisión, otros, por mucho dinero, corrompen concejalías para recalificar terrenos. Incluso se compran diputados (véase el caso del tamayazo) y senadores (véase el filón del cine político hollywoodense). Pero la gente, en vez de hacer frente común contra el omnímodo poder del dinero, hace fila para ser el próximo en conseguir regalías pecuniarias a cambio de lo que sea: levantar falso testimonio, engañar a una anciana con preferentes o vender su intimidad. Poderoso don Dinero. Pero el dinero, que no es tonto, también sabe disfrazarse para engañar mejor. Y así surgen los premios literarios (algunos), las becas de estudio, los estipendios para las artes, los viajes a congresos y otras formas parecidas de crear agradecidos.
            Uno de los momentos de mi vida en que pasé más vergüenza ajena, momento en el que descreí de la justicia, fue cuando leí en la prensa que al ser detenidos conocidos narcotraficantes gallegos (Operación Nécora), prestigiosos catedráticos de derecho, merceros de la moral judicial, casi se pegaban por obtener la defensa de semejantes seres repugnantes. Uníanse así repugnantes con repugnantes. Poco faltó para que saborease la acerba sustancia espesa del vómito. Ya dijo Nietzsche que el hombre es materia, fragmento, residuo, arcilla, barro, locura, caos. Y sobornable.


Zaragoza, 1 de julio de 2015

No hay comentarios:

Publicar un comentario