miércoles, 9 de marzo de 2016

La locura, concepto resbaladizo

La locura es un concepto huidizo y administrable. En la antigüedad se tachaban de locos a seres que hoy serían curados con una simple pastilla. La histeria en las mujeres predisponía a quemarlas en la hoguera. La sinceridad era una intolerancia, o una enfermedad. Sospechábase de la cordura de quienes portaban sonrisas que parecían flotar sobre un vértigo. Y, sin embargo, se adulaba a regentes bobos o mandatarios autistas. Pero en todas las épocas la locura viene definida por la sociedad dominante. Es loco aquel que los médicos de la clase gobernante considera que es loco. La nueva psiquiatría, que floreció en la segunda mitad del siglo XX, quiso subvertir esta situación, o al menos denunciarla. No bastaba, argumentaban, tildar de loco a una persona para tenerla encerrada, o hacerlo simplemente porque su comportamiento choque con la normalidad cívica, que es un concepto también impuesto. En esa línea, Foucault decía que la locura era un sentido variable según los siglos, no una enfermedad. ¿No han sido tildados de locos muchos genios hoy admirados? Van Goh pasó por loco; y Richard Dadd, pintor genial, poseído por una mágica trágica música mística. Y Schumann y Nietzsche y Hölderlin. Ya lo advirtió Shakespeare:

The lunatic, the lover and the poet
Are of imagination all compact

Y es que quien vive sin locura, no es tan cuerdo como cree (La Rouchefoucauld). Pero la locura más peligrosa no es la de los individuos, que poco daño pueden hacer, sino la de los grupos. Las masas, cuando dan en la locura, o insanía, son terribles. Arramblan con cualquier sensatez que encuentren a su paso. Conocidas locuras son los nacionalismos, cualquier nacionalismo, una enfermedad que ve en la cordura de los demás un enemigo. Pero para estos locos no hay camisas de fuerza, ni manicomios, no hay quien los encierre, pues incluso los loqueros se contagian de su mal. Y no son locos pacíficos, son locos de demencia vengativa y furiosa. Son locos que sólo se aplacan con sangre, sudor e himnos.


Zaragoza, 9 de marzo de 2016

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