lunes, 23 de noviembre de 2020

Críticas eliterarias: Zen para pardillos

Zen para pardillos

De

Tiang Chin Gao

 

Acaba de aparecer un libro de nombre sugestivo y que deseo dar a conocer. En cualquier librería, si usted se acerca a la sección de libros orientales, verá un cartel que le advierte:

 

CUÍDATE DE IMITACIONES BARATAS

VEN AL VERDADERO ZEN

 

Tiang Chin Gao:

“Zen para pardillos”

 

Me imagino que ustedes están familiarizados con esa filosofía oriental que se denomina zen, esa mística de raíces budistas en la que, sentados en la posición del loto (za-zen), sus adeptos rumian acertijos paradójicos que ellos denominan koans para, con su ayuda, despejar la maraña de pensamientos que enredan la mente y, mediante un sutil golpe de percepción, alcanzar la iluminación o satori, ese nadar ontológico en las ondas de la propia nada.

            Sí, hombre, el zen es esa filosofía que ha hecho célebre el acertijo:

 

¿Cuál es el sonido de una sola mano aplaudiendo?

 

            (y al que, siendo un poquito irrespetuosos, se podía responder: ¿aplaudiendo contra qué? ¿Contra la mejilla del maestro, contra los átomos que forman esa abstracción del vacío que denominamos aire?)

            Para que se familiaricen con esta filosofía, nada más apropiado que el libro de Tiang Chin Gao que hoy les presento. Allí encontrarán anécdotas típicas de este tipo de enseñanza, como las siguientes:

 

Æ El maestro Lin Piao paseaba cierta vez por el monasterio cuando observó a un novicio que estaba meando contra un muro mientras silbaba. El maestro llamó al discípulo y le habló así:

  - Si silbas mientras meas tienes dos mentes donde una sería suficiente. Si tienes dos mentes estás en guerra contigo mismo. Si estás en guerra contigo mismo, es fácil para una fuerza externa derrotarte. Esta es la razón de que Mong-tse escribiera: “Un hombre debe destruirse primero a sí mismo antes de que otros le destruyan”.

  El discípulo asintió. A partir de entonces, cada vez que mea contra un muro, mira primero que no se halle por allí el pelma del maestro.

 

O esta otra:

 

Æ En el monasterio de Liang Shi un novicio fue a ver al maestro Chu Lin y le preguntó lleno de dudas:

  - Maestro, ¿cree que puedo llegar a alcanzar la iluminación?

  El maestro se acercó a él, le agarró los testículos con una mano y le dijo:

  - Di 33.

  - 48 -contestó el novicio con voz tomada por el dolor.

  El maestro soltó los testículos del discípulo y replicó:

  - Sí, puedes alcanzarla.

 

            El objetivo último del libro de Chin Gao es mostrar que este tipo de filosofía no sólo se encuentra en los monasterios de extremo oriente, ni la iluminación depende de ver a un maestro con un pollo muerto amarrado a la cintura, o del chasquido sigiloso de una sandalia. Chin Gao proclama que el espíritu del zen se encuentra allí donde nos topemos con paradojas que nos hagan pensar y despejar la mente. Y pone de ejemplo esa frase que pronunció Jean Cocteau:

 

Si mi casa se prendiera fuego y tuviera que salvar una única cosa, salvaría el fuego.

 

            Y aquella otra frase tan alejada del componente ovejuno de la vida conventual, que el autor vio escrita en un váter de un país extranjero:

 

 Un hombre sin Dios es como un pez sin bicicleta.

 

            Una frase, confiesa, que si no le iluminó, si consiguió quitarle el estreñimiento crónico que por aquel entonces padecía. También aprecia el autor un fondo zen en esa frase que a alguien se le ocurrió seguramente en un momento de inspiración:

 

Túmbate, creo que te amo

 

            Frase, si no digna de conseguir la iluminación, sí al menos un orgasmo.

            Para Chin Gao da igual que el zen se manifieste en los monasterios o en un retrete. El lugar no cuenta, ni las circunstancias. A lo largo del libro el autor se recrea con historias que parecen estar dirigidas, o elucubradas por, parvenús del conocimiento, lo que coloquialmente se conoce como “pardillos”. Pues esa es la impresión que dan tanto los novicios como los maestros que se consagran con tanto ahínco a darse en diálogos sin sentido. “¿Quién puede dudar”, nos dice el autor en su prólogo, “que los ejemplos que nos proporciona este tipo de enseñanza es de una simplicidad de pardillo, simplicidad que permite normalmente al aspirante alcanzar la iluminación?”

Este libro de título honesto recoge los mejores diálogos de la tradición budista zen. En Zen para pardillos podréis disfrutar con historias de corte paradójico y además, si tenéis suerte, y constancia, alcanzar la iluminación. Porque no se engañe el lector, todos somos pardillos de la vida, que sabe más y tiene la costumbre de dejarnos mostrando nuestras pudibundeces filosóficas a la menor ocasión.

            Compra este libro, no seas pardillo, no dejes pasar esta oportunidad. Y si lo eres, esto es, un pardillo, cómpralo con mayor razón, pues va dirigido a ti.

           

Lambert O’Really

Crítico de su Majestad 

No hay comentarios:

Publicar un comentario