miércoles, 17 de diciembre de 2014

La conquista del espacio



La conquista del espacio, ese lugar donde la realidad oscila en una esfera de silencio y extravío. Epopeya que quiere emular la Conquista del Oeste. Pero el personaje de la foto no es del Oeste sino del Este. Sobre el casco figuran las ya marchitas siglas de la extinta URSS. ¿Cuántos estudiantes de primaria y de secundaria en España sabrían decir lo que significan? En la foto, la cara de padre y proletario delatan al astronauta. A destacar esa sonrisa amplia y humana, como el aplauso de una multitud. Multitud, la soviética, enseñada a ver el cuerpo como conjunto de válvulas, cámaras, esclusas. La foto de un ingeniero de los soviets. Los astronautas norteamericanos tienen un aire un poco más elitista, una mezcla de marine y graduado por Yale, y creen en sacros númenes de bondadoso ceño. Asumen que son puros y elegidos, nítidos y erectos, verticales y exactos.
            Decía Timothy Leary que no era casual que en nuestra época proliferasen las novelas y películas sobre odiseas espaciales, que permeasen en nuestro imaginario los viajes intergalácticos y demás aventuras extraplanetarias. Él lo atribuía a que la especia humana estaba preparándose para abandonar la nave Tierra. Un sexto sentido de la especia sabría que en no muy largo plazo habrá que abandonar Gaia y estos productos culturales no serían sino el medio de mentalizarnos, de no hacer extraño lo inevitable. Incluso creó Leary una empresa de viajes espaciales creyendo que el proceso migratorio sería inminente. Pero la especie, de alguna manera, sabe que no hay prisa. O no lo sabe, ignora, ciega al porvenir,  que el fin está próximo. Los peligros existen. Se sabe que algún día el sol se apagará, apagando a su vez el soplo vital de nuestro planeta. Pero antes, mucho antes, un probable cataclismo, una colisión con un cuerpo errante lo suficientemente voluminoso pondrá fin a nuestra efímera existencia. Eso aseveran los científicos. Pero antes, mucho antes, el propio hombre causará el fin del hombre. De eso hay múltiples indicios. Espero, al menos, que alguna especie sobreviva... y que no nos recuerde.

Zaragoza, 17 de diciembre de 2014

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