miércoles, 3 de diciembre de 2014

La magia de ser niños



La infancia, el juego, el espectáculo. La magia de ser niños. Homo ludens. La posesión de una pelota como fin único e inmediato. Arrebatársela al contrincante. El llanto del desposeído. Su rabia. Su ansia de venganza. Se prefigura, en la infancia, la madurez. Pero una madurez sin reflexión, inocente, espontánea, lo que les exculpa. Posee la infancia un alma cándida pronta a la abnegación y el desconsuelo. En el hombre maduro la candidez desaparece, y con ella la excusa. Ah, si el tránsito de la vida fuese de niño a pájaro…
            En otros animales, en su gran mayoría, las crías se lanzan a la vida muy pronto. El águila anima a sus polluelos a despeñarse, en la confianza de que no lo harán, que ese primer vuelo les dará alas y flotarán, majestuosos alevines rapaces, en las alturas. Pero el hombre, o más precisamente, la cría del hombre, alarga su preparación para la vida mucho más allá de lo que parece natural si lo comparamos con nuestros co-habitantes del planeta. ¿Es por tener una cenestesia delicada? ¿Está la respuesta en el locus coeruleus, o en los núcleos del rafe magnus? Pero la precocidad o su falta en las criaturas humanas varía según las zonas. En los países pobres un niño puede verse obligado a ganarse la vida con seis o siete años. En el mundo civilizado, en nuestra sociedad, todos conocemos hijos que a los treinta años siguen bajo la tutela de los padres. Algunos, raza sedente y camastrosa, nunca se liberan de esta tutela. Parece una aberración de la naturaleza, y quizá lo sea. No sobreviven, como rezan ciertos apotegmas pseudo-darwinistas, las especies más aptas o mejor preparadas. Sobreviven las que sobreviven, y a éstas se las tilda de más aptas, pues son las que han logrado el propósito principal de la biología: reproducirse. Pero pueden sobrevivir a causa de una aberración, a causa de una monstruosidad que la misma supervivencia transforma en cualidad para la evolución. Entre los naturalistas, sobre este particular, y sin que sirva de precedente, hay consensus gentium.

Zaragoza, 3 de diciembre de 2014

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