martes, 3 de marzo de 2015

¡Ojo con lo que vas a hacer!



¡Ojo con lo que vas a hacer! ¡Ojo, que se va a armar! ¡Piénsatelo bien antes de hacer nada! El poseedor de la pelota parece, con las anteriores admoniciones, tratar de calmar al contrario embestidor, cabeza en ristre, cara de anglosajón pendenciero, código corporal unívoco. Lo que ellos denominan un “die hard”, un duro de pelar. La imagen recoge el momento anterior al choque, un encontronazo que se presume duro, contundente, como se dice en los medios deportivos.  El jugador de negro, de parecida musculatura y continente físico, también tiene rostro de alguien bregado en lances de encontronazos corporales. Pero pide calma. Ese gesto, de alguna extraña manera, le humaniza, le dulcifica, le imbuye de cierto carácter razonador. El rubio no, ese no razona, ese va a lo topa carnero. Me recuerda a esos tipos que definió Juan Filloy: “Valientes que razonan poco, ellos son el filo de la espada”. He aquí, me digo, a un valiente que razona poco, un animal que embiste. Y ya que hemos mencionado el razonar con el deporte, es de resaltar la poca relación de la reflexión con la actividad física. Sólo en los deportes de élite, como el polo, el golf o la vela, practicado por aristócratas de intemperie, parecen acomodarse ambas actividades. Pero no en la actividad, sino en los deportistas. Quizá porque para practicar esas especialidades se necesite tener unos ingresos altos y en esa clase los vástagos suelen estar sujetos al Servicio Universitario Obligatorio. Pero cuanto más se desciende en el rango, cuanto más nos aproximemos a los deportes que despiertan pasiones, la capacidad razonadora del deportista limita con la nada, el cero. En el fútbol, los practicantes hablan con tópicos gastados y frases hechas, pero alguno hay que nos sorprende con una frase que descolla. Pero en el boxeo, la sentina de lo deportivo, el cerebro sobra, incluso estorba.

Zaragoza, 4 de Marzo de 2015

No hay comentarios:

Publicar un comentario