miércoles, 16 de diciembre de 2015

Generaciones separadas por el lenguaje

Si hay algo que distingue y separa a las generaciones es el lenguaje. Cuando yo era joven manejaba un argot musical que mi padre apenas entendía. No sabía lo que era un “long play”, ni un “hit parade”, ni siquiera qué quería decir “Los cuarenta principales”. Para él yo graznaba en el volapuk musical de la frecuencia modulada. La alta fidelidad volaba muy por encima de su comprensión, de su mundo, un mundo donde el mayor logro tecnológico era la radio. Parecieron adaptarse a la televisión, pero sólo a su forma pasiva, deglutidora. Si había que sintonizar canales, adaptarles un aparato para el UHF, entonces intervenían los hijos. El reproductor de vídeos ya superaba por completo cualquier intento de comprensión y lo miraron siempre con algo de animadversión. Yo llegué a la informática relativamente a una edad tardía, pero aun así me cautivó. Pero pronto los continuos avances me resultaron difíciles de seguir. Ahora, cuando tengo algún problema, llamo a un técnico o le digo a mi hijo que le eche un vistazo. Mi hijo no ha estudiado nada de informática pero como todos los jóvenes de hoy, sabe manejarse por menús que yo ni imaginar que existieran hubiera podido. ¿Intuición? ¿Simbiosis de la corta edad con la tecnología del silicio? Me he convertido en un usuario comodón tanto del ordenador como de la red, avanzando con retraso hacia aquellas aplicaciones que me son útiles en mi labor escritora o en mi curiosidad de navegante ciberespacial. Pero he tenido que renunciar a muchos progresos. Mantengo blogs pero tengo dificultades a la hora de cambiar el diseño de la página. He logrado adaptarme a Facebook pero he renunciado al Twitter (esto no por incapacidad de adaptarme al medio, que no me parece difícil, si no por las consecuencias devastadoras de comentar algo en caliente). Apenas me acurdo de cómo se baja música a un MP3 (ahora MP4), no utilizo la descarga de películas porque no me gusta verlas en el ordenador. No chateo por internet ni me he apuntado a redes como Linkedin o esas de flirteo. Me da miedo bajarme programas nuevos por si me introduce algún virus. Cuando cambio de ordenador, un técnico homologado me lo deja listo para su uso. Y me sigue maravillando cómo los jóvenes han aprendido a manejar esta tecnología sin cursos ni maestros, simplemente apretando botones, teclas y cliqueando en la parte derecha del ratón. Hay algo innato en ellos que se alía con esta novedosa tecnología, y con cualquier tecnología nueva. Y confieso que me dan envidia. Creo, como Abbie Hoffman, que al final la única revolución es la tecnología.


Zaragoza, 16 de diciembre de 2015

1 comentario:

  1. C'est la vie mon cher ami !!!
    Se duplica la info en cuestión de semanas cuando en nuestra época universitaria tardaba lustros.
    Nos toca saber seleccionar lo que nos interesa y rápido, para poder concentrarnos en ello.

    ResponderEliminar