miércoles, 9 de diciembre de 2015

¿Se repite la historia?


Siempre con la misma historia. ¿Para qué sirve estudiar la Historia si nunca aprendemos nada de ella? ¿No sería mejor ocultarla, para que nuestros jerarcas y milites ignoren las maldades pasadas y no tratasen de emularlas o superarlas? Se dice hasta la saciedad que la historia se repite o, como Marx, que quien la desconoce está obligado a repetirla, pero es mentira. La historia se repite porque se conoce, los genocidios y holocaustos más próximos son hijos y copias de los pasados y sólo porque éstos han existido y se conocen. Sólo el primero fue original y hubiera quedado olvidado si un chismoso con el apelativo de historiador no nos lo hubiera trasmitido. O no lo hubiera inventado, que nunca se sabe. Con razón se dice que el descubridor de las leyes de la historia siempre tendrá algo del frenético inventor de patentes inútiles. Hay un sentimiento arraigado en el hombre que le incita a repetir las atrocidades pasadas. ¿Alguien ignora los males de la guerra? Nadie, pero las confrontaciones bélicas son cada vez más cruentas. ¿Algún ingenuo ignora los males que causa el nacionalismo, cualquier nacionalismo (no me olvido del nacionalismo español, engominado y facha)? Nadie. Pero los nacionalismos proliferan cada vez más, son más exigentes, imperiosos e impertinentes. Buscan el baño de sangre, el ritual de su consagración. No hay movimiento nacionalista sin mártires, cuantos más, mejor. Necesitan el odio que dejan las víctimas para abonar sus ansias de diferenciación, ellos que no se diferencian de los miles de nacionalistas habidos y por haber. Por eso sería conveniente prohibir la enseñanza de la historia en todos los niveles de aprendizaje, que el ciudadano, a-histórico, nazca libre del pecado del recuerdo. Bajo este olvido sería difícil que el ser humano se comportase peor. Hoy, en pleno historicismo, pueblos que han sido víctimas de holocaustos aireados repiten con otros pueblos estragos parecidos a los que ellos padecieron. ¿Quién parará tanto disparate? Sólo mi “solución final”: olvidar la historia, prohibir su enseñanza, esos renglones con lágrimas escritos.


Zaragoza, 9 de diciembre de 2015

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